lunes, 12 de diciembre de 2011

BAJO EL PODER DE LA BESTIA


Belzasar Núñez – Diciembre 10 de 2011

Los hondureños comunes que desde abajo observamos el panorama social estamos perplejos. Por un lado nos asedia la galopante pobreza y el clima de desesperanza que se miden por el creciente éxodo de ciudadanos hacia otros horizontes. A decir de muchos en el barrio: “Ya no podemos vivir en este país”. Por otra parte, la vida que vivimos está envuelta en la zozobra y el estrés causadas por el encierro, la desconfianza y la falta de libertad hasta para hablar. Vivimos bajo el poder de una bestia de varios nombres.

Si hablamos del pueblo cristiano, bien lo ha expresado el sacerdote católico Roberto Paiz “nuestra generación adulta ha fracasado”. En efecto, nuestra cultura “cristiana” ha fracasado. Admitámoslo con gallardía. Tanto católicos como protestantes, debemos pedir perdón por no haber logrado la transformación de nuestra sociedad, pese a que somos mayoría en la nación. No es cierto que nuestro país es próspero y feliz; y no es cierto que podemos adjudicarnos una nota de triunfo.  Debemos arrepentirnos delante de Dios y de nuestro pueblo por haber sido ineficaces en la búsqueda de la tan ansiada salvación de Dios en este terruño. En este sentir, elevamos una plegaria de dolor y penitencia porque estamos cosechando el fruto de la maldad que ha llegado a colmar la misma paciencia de Dios.

Aparte de poder levantar nuestra voz, como lo hacemos hoy, necesitamos aunar ideas, concretar organizaciones y actuar con inteligencia. Es el momento de abandonar colores y credos para cerrar filas contra un poder que se viste de varios colores. Es un imperio multifacético que se propone aniquilar a cualquiera que se atraviesa en su camino para imponer su ley.

Ya no se trata de arrinconarnos más de lo que hemos estado. Tampoco se trata de evadir vehículos armados o de reclamar que se haga justicia, puesto que el estado ha colapsado y no refleja el poder ni la voluntad política para actuar. Se trata de romper las filas del silencio, de la complicidad y de la derrota. Se trata de sacudir de nuestra conciencia la culpa por no hacer lo que debemos hacer en una hora crucial como esta. Es la hora de unirnos a las voces de denuncia, de engrosar las filas de solidaridad con los que son amenazados y de fortalecer los nexos y acompañar a los mártires en esta escalada infernal.

Demos un paso al frente. Ya no podemos escondernos. Es la hora de la acción profética de la iglesia, abrazando el sentir de nuestra sociedad. Hoy las víctimas han sido los periodistas y los valientes que han levantado su voz en favor de la verdad y la entereza; mañana seremos nosotros o nuestros seres queridos. Sin lugar a dudas fertilizaremos con sangre la senda de la justicia para confundir el terror y conducir a su propio patíbulo esta bestia del terror. No podemos postergar tan urgente cometido. Es ahora o nunca. La guerra la tenemos desde adentro – y desde el poder – pero todavía podemos cantar: “Serán muchos Honduras tus muertos, pero todos caerán con honor”.

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